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A.H.R.E.A. (23.02-29.02.2012)

Tras abandonar el bachillerato a la edad de dieciséis, paso los siguientes años en ociosa introspección indefinida. Su indulgente y paciente madre le exhortaba a aprender algún oficio o encontrar un trabajo. Sin embargo, para el joven la idea de un empleo rutinario bajo el yugo de una autoridad resultaba repulsiva.

Fallecido su padre, no había nadie a su alrededor que le dictara qué hacer, así que se ocupó en lo que le apetecía. Pasó algún tiempo deambulando por la ciudad de Linz, visitando museos, asistiendo a la ópera y contemplando el río Danubio, soñando en convertirse en un gran artista. Gustaba de acostarse en la madrugada y salir por las tardes vestido como un flaneur, portando un vistoso bastón de marfil. De regreso a casa solía desvelarse leyendo y dibujando. Más tarde él mismo describiría esos años de adolescencia libre de responsabilidad como la época más feliz de su vida.

Su único amigo fue otro joven soñador, llamado Augusto, quien quería ser músico. Se conocieron en la ópera en Linz. Augusto era un buen escucha, un gran interlocutor fascinado por él, que solía pasar horas hablando solo sobre sus aspiraciones y sueños de reconocimiento. Más tarde Augusto describió la personalidad de su amigo como “violenta y tensa”, puesto que solo admitía juicios aprobatorios y no toleraba ser corregido.

A lo largo de su juventud no tuvo pareja sentimental alguna. Sin embargo cultivó el interés obsesivo por una chica rubia llamada Deborah. Solía contemplarla al caminar e incluso la seguía en sus recorridos. También le escribió varios poemas, mas nunca se los entregó ni se armó de valor para presentarse, por lo que prefirió resguardarla en sus fantasías. Él le aseguraba a su amigo Augusto que podía comunicarse con ella telepáticamente, incluso que profesaban admiración recíproca. Mientras tanto, mostraba terribles celos de la cercanía que ella pudiese tener con otros hombres. La realidad es que Deborah nunca se enteró del interés que le despertaba. Años más tarde cuando se enteró del (entonces reconocido) admirador, expresó una gran sorpresa, incluso recordó haber recibido una extraña carta anónima en aquella época.

Su peculiar forma de ver el mundo, nutrida de fantasía, comenzó a definirse gradualmente. Visitó con frecuencia bibliotecas para tomar en préstamo numerosos libros de mitología nórdica e historia alemana. También estuvo profundamente inspirado por las piezas de ópera de Wagner, así como de sus míticas fábulas paganas traspasadas de luchas contra odiados enemigos. Su amigo recordaba que tras haber presenciado la emotiva “Rienzi”, se transformó como si estuviese poseído. En esa ocasión ambos subieron a la cima de una colina donde comenzó a hablarle a Augusto adoptando una extraña tonalidad de voz sobre una supuesta misión que dirigiría para llevar al pueblo hacia la libertad; narración similar a la que constituye dicha ópera de Wagner.

A la edad de diecisiete hizo su primer viaje a Viena, capital del imperio y centro del arte, la música, y la cultura tradicional Europea. Con algo de dinero de su madre, durante esa primavera planeaba visitar la opera y estudiar las obras en la famosa galería del Museo de la Corte. Sin embargo, se sintió subyugado por lo magnificente de la arquitectura local. En él afloraba un gran interés por diversas construcciones, al grado que podía dibujar imágenes detalladas de edificios que solo había contemplado en alguna ocasión. También gustaba de imaginar el potencial de ciertos edificios que podían ser mejorados, así como posibles modificaciones de paisajes citadinos. Así permanecía horas observando inmuebles como la ópera y el parlamento, a la par del famoso Anillo de Viena.

El talento natural para el dibujo había estado manifiesto desde su niñez. Éste incluso había sido reconocido por los instructores del bachillerato. Sin embargo, en aquellos años no estuvo en una situación favorable para desarrollarlo pues su desinterés académico y falta de cooperación lo hacían desistir de cualquier estudio. Años más tarde, para escapar del efecto real de ese fracaso y evitar el caer en la monotonía asfixiante de un oficio ordinario, concentró su esperanza en el anhelo de realizarse como un artista trascendente. Entonces optó por inscribirse en la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena. A la edad de dieciocho, dispuso del dinero de su herencia y se mudo a Viena para estudiar arte. Para entonces su madre sufría de cáncer de mama y había sido operada sin éxito el mismo año. Sin embargo, la ambición por ser artista fue mayor que la consideración de quedarse a su lado.

Asentado en Viena, asistió al examen de admisión de dos días para la escuela de pintura en la Academia. Con seguridad de sobra y confiando en el resultado positivo esperó la aceptación, sin embargo, el revés del rechazo lo golpeó como un relámpago. Sus pruebas de dibujo fueron desaprobadas y no fue admitido, hecho que lo cimbró significativamente. Entonces acudió a la Academia en busca de una explicación. La institución alegó que sus dibujos mostraban una falta de talento para la pintura artística y una deficiente apreciación de la forma humana. Aún así, le comunicaron que tenía cierta habilidad para la arquitectura.

Probar suerte en la escuela de arquitectura sin el título de bachillerato requerido le pareció una opción poco probable. Entonces decidió volver al examen de pintura el siguiente año. Pero antes de su segundo intento fue abatido por una depresión que lo hizo abandonar Viena y regresar a casa, donde para su infortunio, su madre moría de cáncer.